2ª Reyes 5:1-19 (por si quieres leerlo en la Biblia)
El libro de Reyes nos habla de un hombre al que le costó mucho, ser obediente a lo que Dios le pedía. Su nombre fue Naamán y era un general del ejército, valeroso en extremo… PERO… leproso… Una enfermedad infecciosa y contagiosa que condenaba a una muerte segura.
Tenía este hombre una sierva que conocía a un profeta que podía sanarle de su enfermedad y con el beneplácito de su rey en Siria, Naamán pudo partir en busca de su ansiada sanidad. Llevaba dinero y vestidos para pagar su “milagro” hasta que dio con el profeta Eliseo que no se dejó impresionar por la llegada de aquel valeroso y rico militar que llegaba en carro. Cuando Naamán expuso su problema, la respuesta del profeta no le gustó para nada… “ve, lávate siete veces en el río Jordán y te sanarás “
Naamán quedó totalmente humillado e indignado porque para nada esperaba que su sanidad dependiera de meterse en un rio sucio y maloliente no una, ni dos, ni tres… sino siete veces para quedar limpio de su lepra.
Esperaba, como esperan muchos hoy una varita mágica, que con mucha pompa y rapidez hiciese un milagro en toda regla… un servicio rápido y a la carta de lo que el consideraba que merecía por su rango y poder.
Y se fue enfurecido…
Podía haberse vuelto a su casa y esperar su muerte lenta y dolorosa pero escuchó la voz de sus siervos y recapacitó.
“si el profeta te hubiese pedido algo extraordinario, ¿no lo habrías hecho? Pues esto que es más sencillo, solo bañarte en este rio… ¿por qué no lo haces…?
Y escuchó el consejo y obedeció… Algo que nos cuesta tanto y tanto cuando lo que Dios nos pide no se adecúa a nuestros pensamientos, ideas o comodidades…
Y Naamán tuvo que bajar al Jordán y sumergirte una, dos , tres , cuatro, cinco, seis y hasta siete veces para poder ver su milagro .
Te puedo asegurar que si hubiese salido del agua al tercer baño, no hubiese sido sanado. El ser humano a veces considera que con solo dos o tres “baños” ya está preparado para ver su milagro, y aunque Dios, la Biblia o el pastor digan… aún no: son siete baños en el Jordán… nos empeñamos en decidir por nosotros mismos cual es el momento en el que consideramos que ya estamos listos para recibir nuestro milagro o de creernos que ya somos lo suficiente maduros para tomar nuestras propias decisiones estén o no de acuerdo con la Palabra de Dios.
Pero su obediencia, fue lo que trajo su sanidad. ¡Salió del agua completamente sano!
“¡Ahora reconozco que en toda la tierra no hay más Dios que el de Israel!”
Que podamos aprender del ejemplo de Naamán y no creernos sabios en nuestra propia opinión, para dejar paso a la obediencia. Aprender que cada circunstancia, cada periodo, por donde Dios nos hace pasar, tiene un sentido, un propósito y que hay que recorrer el camino completo y sin atajos para conseguir llegar al propósito de Dios para nuestra vidas.