Declaración de Fe

Esta Iglesia, como consecuencia de su carácter confesional, fundamenta su actuación en las doctrinas y principios que a continuación se expresan, los cuales deben de ser aceptados por todos sus miembros e inspirar sus acciones.

En cuanto que cristianos evangélicos, aceptamos la revelación de Dios único en tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) dadas en las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento, y confesamos la fe histórica del Evangelio que se proclama en sus páginas. Afirmamos, por consiguiente, las doctrinas que consideramos decisivas para comprender la fe y que deben expresarse en amor, en el servicio cristiano práctico y en la proclamación del Evangelio:

La soberanía y la gracia de Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo en la creación, la providencia, la revelación, la redención y el juicio final.

La divina inspiración de las Sagradas Escrituras en sus documentos originales y, por consiguiente, su credibilidad total y su suprema autoridad en todo lo que atañe a la fe y la conducta.

La pecaminosidad universal y la culpabilidad del hombre caído que acarrea la ira de Dios y la condenación.

El sacrificio vicario del Hijo de Dios encarnado, único fundamento suficiente de redención de la culpabilidad y del poder del pecado, así como de sus consecuencias eternas.

La justificación del pecador solamente por la gracia de Dios, por medio e la fe en Cristo crucificado y resucitado de los muertos.

La obra de Dios el Espíritu Santo que ilumina, regenera, mora en el creyente y le santifica. Que además imparte a los fieles dones, ministerios y operaciones, tanto para edificación del Cuerpo de Cristo como para testificar y trabajar en la extensión del Evangelio y del Reino de Dios.

El matrimonio como institución divina primigenia creada por Dios, por medio de la cual, libre y voluntariamente, un hombre y una mujer, nacidos como tales, se unen en manera estable y permanente para vivir juntos, amarse, respetarse, ser de ayuda mutua y constituir un hogar de bendición para sí mismos, y en su caso, para sus hijos y el entorno que les rodea. (Génesis 2, 24).

La familia que fue diseñada para constituir el germen y la base de la sociedad, por lo que la Iglesia debe de desarrollar una pastoral de apoyo con el fin de fortalecer la institución familiar, al creer que el incremento de las familias saludables según el modelo el Evangelio favorecerá también la buena salud de la sociedad.

El gobierno o autoridad civil existente por disposición divina, para los intereses y el buen orden de la sociedad humana, y que debemos orar por los magistrados honrándolos en conciencia y obedeciéndoles, salvo en cosas que sean opuestas a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, único dueño de la conciencia y príncipe de los reyes de la tierra. Jesucristo ordenó dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios y, con ello, promovió la libertad de acción del poder civil, pero también de su Iglesia, que en todo momento es y debe de ser responsable de sus propios actos, debiendo proteger su plena autonomía y la libertad tanto es su forma de organización como en la forma de adoptar sus decisiones. Es por ello que creemos que las decisiones espirituales o que afecten a cuestiones doctrinales de esta entidad no son susceptibles de ser posteriormente revisadas por las autoridades civiles.

El sacerdocio de todos los creyentes que en la unidad del Espíritu Santo, constituyen la Iglesia universal, el Cuerpo del cual Cristo es la cabeza, comprometidos por el mandamiento de su Señor a la proclamación del Evangelio por todo el mundo.

La Esperanza del retorno visible de nuestro Señor Jesucristo en poder y gloria, la resurrección de los muertos y la consumación del Reino de Dios.

La Naturaleza de nuestro Señor Jesucristo, quien es Dios manifestado en carne. Nacido virginalmente y su vida humana fue sin pecado. Creemos en sus milagros divinos, su muerte redentora, su resurrección corporal, su ascensión al Seno del Padre y su obra mediadora como único sumo Pontífice entre Dios y los hombres.